En mi ciudad no hay problemas, escuche decir hace poco a un amigo. Quizá me quede absorto llevado por mi obsesión con el análisis profundo de una afirmación tan valiente y absurda. Es una ciudad, claro que hay problemas. Los problemas normales de una jaula de monos chillones empapados en LSD, es el símil mas acertado para cualquier ciudad que se precie. No entiendo una ciudad sin su grado mínimo de perversión, locura y buenos modales. Yo vivo en el parque de los estados, en la calle de al lado de la comisaria de mi barrio, hace menos de un año un hombre quería pegar a su mujer en plena calle, los vecinos le insultaban desde sus casas. Nadie bajaba, el hombre empezó a darse cabezazos contra uno de los nuevos cubos de basura, impotente por las miradas y para intentar demostrar de lo que era capaz un cabeza hueca. Los chillidos despertaron a los pocos que estaban dormidos aún. La policía, a una calle de diferencia tardo 20 minutos en acudir. Aun así, quisiera agradecer a los policías su labor para intentar multarme cada vez que me ven bebiendo un litro en la calle en verano. ¡Eh, ninguno somos santos! ¿No? Yo tengo mi grado de corrupción, mis partes feas y bonitas como la ciudad en la que vivo. Tiene zonas verdes, un buen sistema de transporte, que aunque el metro es caro, nos da la oportunidad de leer capítulos de libros enteros esperando al tren. Tiene un bonito parque en Loranca, lleno de patos y pavos reales, en un lago artificial, que en la tarde se baña de dorado a vista de toalla desde el césped. Aunque también tiene esa horrible fuente de peces de la calle Leganés. Decirles que os devuelvan el dinero, el buen gusto esta agonizando entre vomito y serrín del suelo de alguno de los múltiples bares de la ciudad. En mi ciudad he reído y he llorado, me he planteado la vida, también la muerte. Me han intentado apuñalar. Me enamore, me rompieron el corazón. Me volví a enamorar. Trabaje llevando cartas al ayuntam iento y odie a los funcionarios que me hacían esperar casi 40 minutos por que querían café a las 11 de la mañana. Recorro sus calles como recorro cada parte de mi mente. Por que al fin y al cabo, esta ciudad esta tan integrada en mi ser que la siento como una parte vital de mi.
Termino de leer y le pregunto a mi novia que le ha parecido.
-Soltar eso en un concurso de tu ciudad… Así jamas me vas a poder regalar una tablet, cariño -dice ella.
Relato Corto VIII – Un Concurso https://t.co/T5Pza32PGV Que todos me voten. ¡Menos tu Soraya, que no puedes leerlo!